domingo, 20 de febrero de 2011

¡LA NUEVA CLAVE DEL ÉXITO ORGANIZATIVO!

En prácticamente todo el mundo, el sistema educativo ha sido diseñado para permitirnos adquirir una serie de conocimientos y herramientas que nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas y que nos ayudarán a estar mejor preparados a la hora de optar a puestos organizativos de relevancia. Para acceder a cualquier universidad mínimamente reconocida hoy en día, primero hemos de demostrar a través de pruebas de acceso hasta qué punto nos hemos esforzado por desarrollar nuestro hemisferio cerebral derecho.
Sin embargo, el sistema educativo se olvida por completo de incluir en su currículum materias que nos puedan ayudar a interrelacionarnos con los demás de la manera más efectiva posible. Sólo cuando empezamos a trabajar, descubrimos que el mayor reto con el que nos topamos no es cómo aplicar nuestros conocimientos técnicos, sino cómo interactuar con los demás con asertividad y cooperación.
Los seres humanos somos imperfectos por naturaleza; así pues, podemos asumir que los equipos de trabajo en las organizaciones serán inherentemente disfuncionales.
Al menor desacuerdo, muchos pueden perder el control de las emociones y dejar que el malestar, la negatividad, e incluso la frustración entren en su vida cotidiana.
¿A quién le han enseñado en la escuela a centrarse en los conceptos y en las ideas cuando discute sobre un tema y dejar de lado el posicionamiento y las emociones? Este tipo de conflictos destructivos cuesta a las empresas miles de millones de euros al año en productividad y beneficios y los humanos pagamos un alto precio con nuestra propia salud física y mental.
Por otro lado, para muchos el conflicto es tabú. Callan y asienten cuando en realidad piensan de manera diferente. Pero con tal de evitar la confrontación y el descontrol emocional prefieren callar y lamentarse interminablemente. Por supuesto, aunque asientan, no se comprometen con las decisiones que se puedan alcanzar. Se genera una falsa armonía que se traducirá en ambigüedad y falta de transparencia a la hora de luchar hacia unos objetivos comunes.
Esa ambigüedad sólo se podrá erradicar con asertividad y cooperación dentro del seno del equipo de trabajo. Y para ello, la confianza es básica; y ésta sólo la conseguiremos si somos capaces de trabajar nuestras creencias limitadoras y superar nuestros miedos.
El éxito de cualquier empresa, no depende sólo de una buena estrategia, una buena tecnología o un buen apoyo financiero. Hoy en día, la clave diferenciadora está en las personas más que nunca. Y para que los futuros modelos organizativos funcionen hemos de empezar por preocuparnos mucho más por la verdadera clave del éxito.
Así pues, ¿a qué estamos esperando para empezar a formar a nuestros futuros líderes en el desarrollo de la creatividad y de su inteligencia emocional?
Por muy diestros que seamos en lectura, escritura, aritmética y otras materias, de poco servirán por sí solas en una entorno cambiante que no contempla competencias como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y sobre todo, la colaboración y la comunicación efectiva.