viernes, 27 de mayo de 2011

COMPROMETIDOS CON EL TRABAJO

Una estrategia visionaria, una sólida base financiera y una tecnología punta, ¿son estos todos los ingredientes principales de la fórmula del éxito de las empresas del siglo XXI?
El trabajo en equipo es quizá el ingrediente más poderoso y difícil de encontrar para que la fórmula dé un resultado verdaderamente extraordinario.
Encontrar equipos humanos en las organizaciones en los que cada individuo mira y actúa en la misma dirección que los demás es prácticamente imposible. Pero cuanto más consiga acercarse a este objetivo una cultura corporativa, más imbatible se volverá dicha empresa en su sector.
La motivación (tanto intrínseca como extrínseca) y la confianza son dos factores básicos que fomentan el desarrollo del compromiso hacia el trabajo, compromiso indispensable para evitar que la supremacía de los egos individuales conduzcan hacia la desatención a los resultados.
Pero, cuando hablamos de compromiso debemos posicionarnos en tres niveles diferentes: organizativo, gerencial y, por último, individual.
A nivel organizativo, el aspecto que debemos analizar es si la empresa tiene una cultura que facilita y premia el compromiso hacia el trabajo, es decir, la obtención de resultados extraordinarios y diferenciadores. ¿Se preocupa la organización por medir realmente el nivel de compromiso de cada uno de sus empleados? Y, en caso afirmativo ¿cómo repercuten esos resultados en la empresa y en los propios empleados?
A nivel gerencial, para muchos directivos compromiso laboral es sinónimo de aceptación de las reglas y órdenes impuestos. Si a esto le añadimos los numerosos problemas de comunicación, ineficiencias y falta de confianza que suelen padecer las empresas lo que conseguimos es una poderosa mezcla de ingredientes que impiden que el compromiso adecuado pueda desarrollarse de manera natural. Los líderes que se centran en desarrollar un nivel de comunicación efectivo, transparente y rápido son los que consiguen que sus empleados se involucren de pleno en un proceso colaborativo que hará que los objetivos individuales, grupales y organizativos se conviertan en una única visión de progreso y éxito corporativo.
A nivel individual, y reforzado por el paradigma que Stephen R. Covey presenta en su libro El octavo hábito, los seres humanos se mueven en cuatro dimensiones diferentes: mental, física, espiritual y emocional. El individuo necesita crecer y desarrollarse (mente), establecer relaciones (emocional), satisfacer sus necesidades principales (físico) y aportar significado y contribución a la sociedad (espiritual). Consciente o inconscientemente, los individuos decidirán cuánto de sí mismo quieren aportar a su trabajo, según como les trate el entorno organizativo en el que se mueven y según  las oportunidades que tengan para desarrollar cada una de estas cuatro áreas de su naturaleza.
Es evidente que la coyuntura económica actual, con el enorme nivel de desempleo, mayor incertidumbre sobre el futuro, salarios más ajustados y miedo a perder lo que tenemos ha conducido a muchas empresas en la dirección opuesta a la deseada en cuanto a compromiso laboral respecta. Pero precisamente aquellas empresas visionarias que sean lo suficientemente ágiles como para fomentar el nivel de compromiso de sus empleados serán las que consigan atravesar los malos tiempos a pasos de gigante, dejando cada vez más atrás a todos sus competidores.

lunes, 2 de mayo de 2011

SIMPLICIDAD, COHESIÓN Y AGILIDAD

Hoy en día, invertir en tecnología punta, mejora de procesos e ingeniería de sistemas no basta para asegurar una exitosa implementación de cualquier nueva idea o estrategia corporativa que se haya gestado. Si no se toma en cuenta el factor humano es probable que entre el 50% y el 70% de estas estrategias sean abandonadas a mitad de camino – bien por su baja aceptación entre aquellos de quién realmente depende el éxito de la implementación, o porque no se consigan los resultados esperados dentro del marco temporal acordado.
Acelerar el proceso de implementación permitirá a las empresas que lo consigan obtener unos márgenes de beneficios y unas ventas que superarán en más de un 40% los resultados promedios de su sector; y, para conseguirlo, es imprescindible invertir en el desarrollo de talento y de las personas.
A lo largo de mis 20 años de carrera profesional en diversos sectores y países he visto como fantásticas ideas que podrían haber impactado muy positivamente en la cuenta de explotación de la empresa se convirtieron en frustrados intentos de cambio que sólo lograron acentuar el malestar del capital humano responsable de su éxito. Para llevar las ideas a buen término, hay que prestar especial atención a tres conceptos básicos:
SIMPLICIDAD – Cuanta más simplicidad utilicemos a la hora de comunicar nuestra idea o estrategia, más fácil nos resultará implementarla con éxito, evitando así el riesgo de interpretaciones no acordes con el objetivo previsto. El líder debe identificar también aquellos procesos complejos, repetitivos o que no aporten ningún valor añadido y simplificarlos o simplemente eliminarlos. Se trata de crear unificación y cohesión dentro del equipo de trabajo a través de objetivos claros, alcanzables, motivadores y coherentes.
COHESIÓN – Si todos los empleados de una misma empresa consiguieran remar en la misma dirección, esa empresa sería imparable en el mercado. Algo tan evidente es casi utópico en la mayoría de las empresas, donde a menudo egos y deseos personales predominan sobre los objetivos comunes.
AGILIDAD – Es la única manera de sobrevivir a los continuos cambios y obstáculos con los que nos vamos  topando en nuestro camino. Pero esta agilidad necesita apoyarse en la simplicidad y en la cohesión, pues para actuar con imaginación y flexibilidad se necesita una claridad total sobre los estándares y valores que no estaremos dispuestos a aceptar.
Los líderes suelen dedicarle demasiado tiempo a la definición y formulación de estrategias y mucho menos a asegurarse de que éstas sean comprendidas, bien aceptadas  y estén alineadas con las necesidades de aquellas personas que serán responsables de su implementación. No basta con transmitir las estrategias; es imprescindible que los altos mandos den ejemplo con sus propios actos y se preocupen por dirigir el clima organizativo, para despertar un sentido de orgullo y pertenencia que ayudará a alcanzar resultados extraordinarios. Así mismo, es necesario identificar y fomentar a aquellos individuos y equipos  más hábiles y exitosos de la organización, ya que son estos precisamente los que dan velocidad a los proyectos.
Muchas de las empresas paralizadas por la crisis en estos momentos se encuentran con líderes que carecen de las habilidades adecuadas para tirar el negocio hacia delante.
No es difícil encontrar empleados brillantes para cumplir dichos objetivos; el reto yace en cómo conseguir reducir el tiempo que los empleados necesitan para contribuir con motivación y para que esa contribución no desaparezca con el tiempo.