Una estrategia visionaria, una sólida base financiera y una tecnología punta, ¿son estos todos los ingredientes principales de la fórmula del éxito de las empresas del siglo XXI?
El trabajo en equipo es quizá el ingrediente más poderoso y difícil de encontrar para que la fórmula dé un resultado verdaderamente extraordinario.
Encontrar equipos humanos en las organizaciones en los que cada individuo mira y actúa en la misma dirección que los demás es prácticamente imposible. Pero cuanto más consiga acercarse a este objetivo una cultura corporativa, más imbatible se volverá dicha empresa en su sector.
La motivación (tanto intrínseca como extrínseca) y la confianza son dos factores básicos que fomentan el desarrollo del compromiso hacia el trabajo, compromiso indispensable para evitar que la supremacía de los egos individuales conduzcan hacia la desatención a los resultados.
Pero, cuando hablamos de compromiso debemos posicionarnos en tres niveles diferentes: organizativo, gerencial y, por último, individual.
A nivel organizativo, el aspecto que debemos analizar es si la empresa tiene una cultura que facilita y premia el compromiso hacia el trabajo, es decir, la obtención de resultados extraordinarios y diferenciadores. ¿Se preocupa la organización por medir realmente el nivel de compromiso de cada uno de sus empleados? Y, en caso afirmativo ¿cómo repercuten esos resultados en la empresa y en los propios empleados?
A nivel gerencial, para muchos directivos compromiso laboral es sinónimo de aceptación de las reglas y órdenes impuestos. Si a esto le añadimos los numerosos problemas de comunicación, ineficiencias y falta de confianza que suelen padecer las empresas lo que conseguimos es una poderosa mezcla de ingredientes que impiden que el compromiso adecuado pueda desarrollarse de manera natural. Los líderes que se centran en desarrollar un nivel de comunicación efectivo, transparente y rápido son los que consiguen que sus empleados se involucren de pleno en un proceso colaborativo que hará que los objetivos individuales, grupales y organizativos se conviertan en una única visión de progreso y éxito corporativo.
A nivel individual, y reforzado por el paradigma que Stephen R. Covey presenta en su libro El octavo hábito, los seres humanos se mueven en cuatro dimensiones diferentes: mental, física, espiritual y emocional. El individuo necesita crecer y desarrollarse (mente), establecer relaciones (emocional), satisfacer sus necesidades principales (físico) y aportar significado y contribución a la sociedad (espiritual). Consciente o inconscientemente, los individuos decidirán cuánto de sí mismo quieren aportar a su trabajo, según como les trate el entorno organizativo en el que se mueven y según las oportunidades que tengan para desarrollar cada una de estas cuatro áreas de su naturaleza.
Es evidente que la coyuntura económica actual, con el enorme nivel de desempleo, mayor incertidumbre sobre el futuro, salarios más ajustados y miedo a perder lo que tenemos ha conducido a muchas empresas en la dirección opuesta a la deseada en cuanto a compromiso laboral respecta. Pero precisamente aquellas empresas visionarias que sean lo suficientemente ágiles como para fomentar el nivel de compromiso de sus empleados serán las que consigan atravesar los malos tiempos a pasos de gigante, dejando cada vez más atrás a todos sus competidores.
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