Probablemente, una de las secuelas más importantes que está dejando esta crisis económica en la mayoría de las empresas es el deterioro de la moral de los empleados y el debilitamiento de sus filosofías corporativas.
Buena parte de los empleados que han conseguido mantener sus puestos de trabajo están agotados por el desgaste que ello ha supuesto y deben lidiar ahora con más trabajo que antes; sus jefes se ven más apurados que nunca para mantener los márgenes de beneficio en niveles aceptables o para reponerse de las pérdidas sufridas.
A pesar de todo ello, el porcentaje de empleados capaz de comunicar abiertamente a sus superiores sus intranquilidades es ínfimo. La mayoría optan por tácticas de evasión como alargar los procesos de tomas de decisiones, quejarse, enfadarse, criticar, hacer tareas superfluas o simplemente evitar a según quién.
La incapacidad de muchas personas a la hora de saber comunicarse en momentos críticos es una de las barreras principales con las que se topa el desarrollo organizativo de las empresas de hoy en día.
Una comunicación fluida debería permitir a los equipos de trabajo tratar temas acuciantes de manera flexible y constructiva. Pero, ¿cuántos de nosotros somos capaces de hacerlo?
Con frecuencia debemos trabajar en proyectos y desarrollar ideas o conceptos ciñéndonos a un marco temporal irreal que acabará mermando la calidad del proyecto o llevándolo al fiasco. Pero, ¿tenemos la suficiente confianza y seguridad para alzar nuestra voz y mencionar que el plano temporal o el enfoque del proyecto no es del todo correcto?
Y ¿qué sucede cuando un miembro de nuestro equipo de trabajo va por libre? La primera acción es criticar; pero pocos son capaces de llamar la atención de una manera asertiva y productiva para el proyecto.
Y ¿si nuestro líder no lidera como debería? La mayoría damos por sentado que esto va más allá de nuestra autoridad y obviamos por completo la conversación constructiva.
La mayoría de los líderes piensa que la productividad depende de las normas y procesos que se puedan poner en marcha dentro de la organización y cuando los proyectos no se cumplen con éxito suelen achacar la responsabilidad a dichas directrices; entonces, se modifican las normas y se reestructuran los equipos que no funcionan, pero no se ataca el problema por la raíz, es decir, no se corrige la actitud de los individuos.
No se trata sólo de crear buenos procesos, sino que es crítico trabajar la confianza para despertar el compromiso y la responsabilidad necesarios para que la comunicación fluya abiertamente y con efectividad. ¡Sin comunicación el proyecto seguirá siendo un fracaso, por muy buenos procesos y sistemas que haya en marcha!
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